Cuando Guillermo Moreno dice que “si un muchacho quiere vivir de lo ajeno, que lo viva de lo ajeno, pero con códigos”, no está justificando el delito —está exponiendo una visión cruda del poder y de la calle. En su cabeza, los códigos son una forma de orden en un mundo corrupto: una moral paralela que, aunque discutible, revela cómo funcionan las reglas no escritas del poder en la Argentina.