Gestiona insultos como un estoico

En la práctica del estoicismo, te encontrarás en muchas ocasiones que los demás son el enemigo en tu batalla por la serenidad. Por esta razón los estoicos desarrollaron distintas estrategias para enfrentarse a este enemigo y, en concreto, para afrontar los insultos de aquellos con los que mantenían algún tipo de relación. Uno de los cambios más interesantes en mi práctica del estoicismo ha sido mi transformación de alguien que temía recibir insultos a cómo Tyrion Lannister tratar de ser un experto en insultos. Para empezar, los colecciono: una vez recibido, analizo y categorizo el insulto. A continuación, espero ser insultado en la medida en que me permiten perfeccionar este “juego de ofensas”. Sé que suena raro, pero una consecuencia de la práctica del estoicismo es que uno busca oportunidades para practicar las técnicas estoicas. Una de las cosas que hacen que los insultos sean difíciles de gestionar es que suelen aparecer de forma inesperada. Mientras estás conversando tranquilamente con alguien te dice algo que puede que incluso sin pretender ser un insulto, se interprete como tal. El humor autoparódico se ha convertido en la mejor respuesta habitual a los insultos. Cuando alguien te critica, puedes replicar que los hechos son aún peores de lo que esa persona sugiere. Sí, por ejemplo, alguien sugiere que eres perezoso, responde que es así, de hecho que es un milagro que consigas hacer las cosas que haces. Si alguien te acusa de tener un ego desmesurado, responde que la mayor parte de los días llega el mediodía antes de ser consciente de que este planeta tiene otros habitantes que no son tú. Éstas respuestas pueden parecer contraproducentes, ya que al responderlas estás validando, en cierto sentido las críticas de quien te pueda insultar. Sin embargo, al brindar estas respuestas dejas claro a quien te pretende insultar que tienes la suficiente confianza como para ser impermeable a los insultos; para ti son una broma indiferente a tus verdaderos retos diarios. Por otra parte, al negarte a entrar en el juego de los insultos dejas claro que estás por encima de ese comportamiento. Tu rechazo jugar jugar con el juego del insulto probablemente irrite más a quien te insulte que si devolvieras el agravio.