Un fenómeno recorre las redes sociales: llorar, grabarse y publicarlo. Acumula 200 millones de hashtags y está derribando el muro de que el llanto se resuelve en la intimidad. Estamos ante un cambio que tiene como protagonista a la Generación Z —y que puede alcanzar a otras por su magnitud—. Llorar se empieza a percibir como un gesto valiente y auténtico, aunque hacerlo solo delante de la cámara también tiene sus riesgos. Lo analizamos con Rebeca Yanke, periodista de PAPEL, la revista diaria de EL MUNDO
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