Marco Aurelio compara la vida con un telar donde algunos hilos elegimos y otros nos son dados por la naturaleza. Aceptar el destino no es resignarse, sino usar lo que ocurre —incluso lo inesperado o doloroso— como parte de nuestra tarea vital. Al dejar de luchar contra lo irreversible, liberamos energía para actuar con virtud en lo que sí podemos transformar.