Julio Ardita, un programador argentino que se sumergió en el mundo del hacking en los años 90, comparte su fascinante trayectoria. Habla sobre su pasión por la programación y el impacto de los BBS en la cultura hacker. También narra su experiencia inmersiva en comunidades underground y los riesgos que enfrentó al intentar hackear instituciones. La historia toma un giro dramático cuando su vida secreta choca con la ley, llevándolo a una encrucijada entre colaborar con autoridades o enfrentar severas consecuencias legales.
La pasión de Julio por la programación surgió en su infancia y se intensificó a pesar de la crisis económica en Argentina.
Tras enfrentarse a problemas legales por sus actividades de hacking, Julio reinventó su carrera estableciendo una empresa de ciberseguridad.
Deep dives
La pasión por la creación
Julio desarrolló una fascinación por la programación que comenzó en su infancia, cuando construía juguetes y casas en los árboles. Tras mudarse a Buenos Aires, encontró en la computadora una nueva forma de expresar su creatividad, pasándose horas en el laboratorio de su nuevo colegio. La programación le ofrecía un mundo donde podía imaginar y realizar sus ideas, similar a las exploraciones en el exterior de su niñez. A pesar de la crisis económica en Argentina durante los años 80, su interés por la computación solo creció, convirtiéndose en una parte fundamental de su vida.
La entrada al underground del hacking
A los 16 años, Julio se adentró en el mundo del hacking a través de los Bulletin Board Systems (BBS), donde conoció a otros hackers y aprendió sobre técnicas y programas. Encontró un lugar donde podía compartir su pasión y conectar con personas que hablaban su mismo idioma. A medida que desarrollaba sus habilidades, se unió al mundo underground del hacking, donde empezó a explorar sistemas informáticos de manera más compleja. La emoción de violar fronteras digitales lo llevó a convertirse en un auténtico hacker, adoptando el alias 'Gritón'.
La revelación y consecuencias
En 1996, la vida de Julio cambió drásticamente cuando la policía realizó un allanamiento en su hogar, buscando información sobre sus actividades de hacking. Su nombre se convirtió en noticia nacional tras haber hackeado sistemas de la NASA y otras instituciones estadounidenses, causando una alarma considerable. A pesar de sentirse como un simple jugador en un gran juego, enfrentó la dura realidad de las repercusiones de sus acciones. La falta de delitos concretos en Argentina complicó el proceso, y fue invitado a colaborar con la investigación del FBI.
Un nuevo comienzo en ciberseguridad
Después de una tensa negociación con las autoridades estadounidenses, Julio se vio obligado a aceptar un acuerdo que involucraba una serie de requisitos, incluyendo un servicio comunitario y una multa considerable. Aunque su vida como hacker había terminado, encontró una nueva dirección al establecer una empresa de ciberseguridad, donde podía aplicar su experiencia de manera ética. Esto le permitió seguir explorando las mismas dinámicas de intriga y reto, pero ahora para ayudar a las organizaciones a protegerse. A medida que el panorama de la informática cambiaba, se dio cuenta de que su historia era parte de un movimiento más amplio hacia la forma en que la sociedad manejaba la cibercriminalidad.
Julio Ardita se apasionó por las computadoras cuando en Argentina todavía eran una excentricidad. Muy rápido aprendió a programar, a crear juegos y a conectarse a internet cuando muy pocos en su país lo hacían. Fue casi natural para él, aunque nunca pensó que eso lo metería en tantos problemas.
En nuestro sitio web puedes encontrar una transcripción del episodio.
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Julio Ardita became passionate about computers when they were still a novelty in Argentina. He quickly learned to program, create games, and connect to the internet when very few people in his country were doing so. It came almost naturally to him, but he never thought it would get him into so much trouble.