Epicteto enseña que el sufrimiento nace cuando deseamos o tememos lo que no depende de nosotros. En el Enquiridión (cap. 2) advierte que el deseo debe dirigirse a lo que podemos gobernar —la virtud, la justicia, la templanza— y la aversión solo hacia el vicio, la mentira o la cobardía. Cuando ponemos el deseo en lo externo —éxito, salud, reconocimiento—, nos volvemos esclavos del azar; cuando lo orientamos hacia lo interior, somos libres. Como recordaba Cleantes, el sabio avanza con el destino, no contra él. La verdadera libertad surge al reeducar el corazón: desear lo correcto, evitar lo incorrecto y aceptar todo lo demás como parte del guion. Vivir así es liberarse del miedo y hallar serenidad en lo que realmente depende de uno mismo.


