A inicios del gobierno de Peña, Hipólito Mora, cansado de la extorsión, toma las armas y dice ahora sí que a balazos; si el Estado no responde, yo me defiendo como pueda. Terminó ejecutado. Pasó el sexenio de AMLO donde se hizo caso omiso de esta realidad. Hay un gobierno suplantado por los criminales. Sabemos quién gobierna la Tierra Caliente y no son los alcaldes. Es el delito perfecto porque te amenazan impunemente y la amenaza es creíble. Al final, hay menos homicidios porque no hay necesidad de matar. No pidamos a la gente que denuncie, no tienen escapatoria o más salida que emigrar, y solo para caer en el mismo círculo en otro lugar. La extorsión es el desafío más complicado para el gobierno porque conjunta esta depredación y el hecho de que el crimen organizado se va legalizando entre comillas y se convierte en empresario a la luz del día porque ya se apoderó de los negocios. Y la autoridad lo convalida porque tiene su tajada. Si la presidenta fijó en el homicidio la viabilidad de su estrategia, esta pugna se ha vuelto más sorda… si hay menos muertos, hay menos ruido.
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