No se trata solo de decir que amas a Dios, sino de amarlo como a Él le gusta ser amado: con todo tu corazón, tu mente, tu alma y tus fuerzas. El verdadero amor se demuestra con obediencia, detalles, tiempo, atención y entrega. No basta con sentirlo… hay que expresarlo. Porque si lo amas, se tiene que notar.