La política se trata del combate entre amigos y enemigos. La enemistad política es existencial, no metafórica: enemigo es quien se nos opone con la posibilidad real del combate. Al menos eso cree Carl Schmitt, unos de los principales intelectuales en adherir al partido Nazi en la década de los 30. ¿Logra la democracia liberal trascender esa política del amigo y el enemigo? ¿Es acaso posible o deseable trascenderla?