Un hombre común organiza la logística para enviar a cientos de miles de judíos a los campos de concentración. Ese hombre era Adolf Eichmann, cuyo juicio en 1961 llevó a la filósofa alemana Hannah Arendt a formular una tesis inquietante y controvertida: el mal puede ser banal y no siempre delata la personalidad de un monstruo.