Sol es una mujer mexicana migrante. Hace 20 años emigró a Bélgica para estudiar música. El amor y el nacimiento de su primera hija la hicieron quedarse a residir en el país europeo. Sol padeció violencia conyugal y sin una red de apoyo enfrentó un proceso difícil de separación y otro más complicado para conservar a su hija. El caso de Sol no es uno aislado. Las mujeres que sufren de violencia machista fuera de su país –así sea un país de primer mundo como Bélgica– deben enfrentarse, además, a la discriminación y a las barreras del idioma. Para muchas como Sol, la maternidad se vuelve a su vez lo que las ancla a ese país y lo que les da la fuerza para luchar porque se haga justicia.
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